MIRAR LOS ASTROS

Perspectiva antropológica de la astronomía Mesoamericana, Incaica y Mapuche.

- Erika Reyes, antropóloga.

Frente a las interrogantes que surgen de nuestro medio o desde nuestro interior, es sumamente enriquecedor conocer cuál es nuestro punto de vista situado en nuestro contexto. Es común que en cada visita lejos de la ciudad, en aquellos paseos por la costa, lejos de la luminiscencia citadina, nos cautiven aquellas infinitas posibilidades sobre nuestras cabezas, y miramos al cielo, ya sea de día observando las incontables tonalidades de celestes, azules, grises y blanco, o ya sea de noche, en aquel profundo mar de titilantes constelaciones, astros magnificentes, movimientos fugaces o simplemente la oscuridad, las ideas, el miedo, lo desconocido e incontrolable.

Mirar el cielo constituye, y ha constituido, una práctica común para la humanidad. Y es que ¿cuánta belleza, interrogantes y misterios? Sin embargo, han existido culturas ancestrales que a través de sus observaciones, y dando un pie al lado de la fascinación, han intentado encontrar el sentido al firmamento, asociando climas, estaciones, años, entre otros, para dar lugar a la sistematización del tiempo en función a prácticas sociales y culturales, así como también labores de agricultura y pastoreo, migraciones, y todo lo relativo al orden de una cosmovisión que a través de sus observaciones dirigidas a los astros, ha logrado a través de siglos desarrollar sistemas y técnicas que aumentan la precisión de los cálculos y contabilización.

Desde el entendido sociocultural, hoy en día a dichas practicas de observación de los astros celestes por parte de nuestros ancestros americanos,  se les puede dar interpretación a través de fuentes etnohistóricas, arqueológicas, crónicas de viajeros y colonizadores, vestigios materiales artísticos y/o arquitectónicos, y también por información de nuestros antepasados transmitidos en forma de relatos orales, a través de nudos en quipus, relatos recolectados en códices, entre una diversidad de mensajes que aún no han podido ser del todo interpretados.

Partiendo de la comprensión de la proveniencia de la humanidad, el explicarse el porqué de estar aquí, nos remonta a la mitología, entendiendo dichos relatos religiosos como interpretaciones de las observaciones realizadas a fenómenos sin previas explicaciones, los cuales posteriormente se constituyen parte de los hitos fundacionales de la cosmovisión de los pueblos.

Particularmente en este ensayo, se presentará la cosmovisión mesoamericana, incaica y mapuche, en relación a la cosmovisión astronómica presente en las comunidades, además de su relación con los grandes astros y en especial con el Sol.

La astronomía, en las diversas culturas analizadas, posee un rol fundamental en la cosmovisión de los pueblos, principalmente debido a la correlación que los movimientos astrales, y en particular del sol y la luna, tienen con el tiempo. Particularmente el desarrollo astronómico prehispánico, presentó un alto grado de precisión a través de las observaciones y técnicas inventadas para conseguirlo, considerando no poseer conocimientos previos, más que las interrogantes fundamentales asociadas en primera instancia al origen de los elementos y la humanidad, así como los usos de aquellos conocimientos relativos a los astros.

Para comenzar a dar atisbos de dichas expresiones de la observación de los astros, podemos comentar sobre el mito fundacional en la cultura Náhuatl, representado en la cosmogonía de los cinco soles, que da luces de la importancia de la astronomía para las culturas mesoamericanas. En dichos relatos, las eras están correlacionadas con la vida y muerte de soles representantes de los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Dichas representaciones temporales no habrían logrado ser del todo aprobadas por los dioses, quienes en el quinto sol, representando la era actual, destacaron la unión de los cuatro elementos, anteriormente mencionados, a través del movimiento (Moreno, 1967).

La connotación particular del sol en los pueblos mesoamericanos lo posicionan como una divinidad (Medrano, 2017), la cual para la mayoría representó un intermediario entre Dios y los seres humanos. Dichas representaciones del sol son comunes en diversos poblados de Mesoamérica prehispánico (Bonor, 1986), considerándolo como fuente de luz, vida y calor, además de que a través de la observación de su peregrinaje se establecen dependencias de prosperidad en campos, cosechas y estructuras sociales.

Existen diversas interpretaciones del mito de los cinco soles, convergiendo paralelamente en una serie de representaciones tales como el Popol Vuh, escrito del siglo XVI, que da atisbos del origen de la cultura Maya (Torres, 1998), en donde se hace hincapié en el rol del sol como ente que trae consigo la vida, el amanecer como nacimiento de la humanidad en constante relación con los dioses creadores. Al igual que la mitología representada en el Popol Vuh, en la mitología de los cinco soles los dioses se ofrecen para “crear” a la humanidad, y esta creación surge desde la oscuridad, y se acompaña de luz, de sol, de amanecer.

Existen diversas interpretaciones del mito de los cinco soles, convergiendo paralelamente en una serie de representaciones tales como el Popol Vuh, escrito del siglo XVI, que da atisbos del origen de la cultura Maya (Torres, 1998), en donde se hace hincapié en el rol del sol como ente que trae consigo la vida, el amanecer como nacimiento de la humanidad en constante relación con los dioses creadores. Al igual que la mitología representada en el Popol Vuh, en la mitología de los cinco soles los dioses se ofrecen para “crear” a la humanidad, y esta creación surge desde la oscuridad, y se acompaña de luz, de sol, de amanecer.

Según Moreno (1967) la interpretación que se puede extraer de las categorías cosmológicas del mito de los cinco soles se puede asociar a la necesidad de una fundamentación lógica universal de los Náhuatl, necesidad que la humanidad comparte al observar fenómenos naturales e intentar integrarlos a la cosmovisión cultural y territorial en sus procesos de desarrollo. Como segundo punto se destaca la búsqueda de temporalización del mundo en edades correspondientes a la vida, y posterior muerte, de dichos soles, asociándolos a un tercer punto que corresponde al cotejo de cada sol con elementos primordiales –en este caso tierra, aire, fuego y agua- lo que también se condice con la Espacialización del Universo en cuadrantes y rumbos. Finalmente, el autor destaca el concepto de lucha, en la cual la humanidad forma parte del eje primordial que debe enfrentarse a las vicisitudes propuestas por los creadores en cada una de las eras solares, y como este devenir humano se refleja en el acaecer cósmico.

Las motivaciones para la cultura mesoamericana en desarrollar la astronomía, en paralelo y de manera similar a como esta se vivencio en el occidente europeo, responden a la amplitud de conocimientos que a través de sistemáticas observaciones en el tiempo de los cuerpos celestes, los astrónomos pudieron asimilar los conocimientos e integrarlos en la vida social, económica, política y religiosa (León-Portilla, 1986).  Es importante precisar que dichas observaciones eran llevadas a cabo por la nobleza, clase dominante encargada de entregar los conocimientos alcanzados al resto de la población, personas reconocidas en cargos correspondientes al culto a los dioses, la preparación de sacrificios, la formulación de los discursos que serían compartidos con el pueblo, además de llevar la responsabilidad de contar los días y años, desde donde surgen calendarios reconocidos hoy mundialmente, por su acotada precisión y similitud al calendario gregoriano occidental, por el cual hoy en día nos guiamos.  

Es importante evidenciar que si bien el sol es fuente de vida, también existe la conciencia de su muerte, finitud de una era, lo cual genera un escenario de tensiones (León-Portilla, 1986). Dichas preocupaciones disminuyen al mantener una relación directa de observación y entendimiento del sol y otros astros para la cultura Mesoamericana, en especial Maya y Azteca, sin embargo, hoy en día, ¿cuál es nuestra preocupación respecto a la vida y posible muerte del sol? Más allá de datos científicos e información mediática, dentro de las preocupaciones de la humanidad, junto al entender de dónde y cómo surge la vida, y en especial la humanidad, también existe la preocupación por su muerte y finitud, tanto como especie, pero mayormente como individuos, que se enfrentan a contextos socioculturales diversos, de los cuales no siempre existe una visión esperanzadora. En el documental “Hijos de las estrellas” (Argandoña, 2014), plantean la interrogante del cómo sería un mundo sin sol, pregunta que automáticamente se contesta, refiriéndose a un plante “sin vida”.

Un importante hito dentro del desarrollo de la astronomía en las culturas mesoamericanas, andinas y mapuches, fue la creación de sistemas calendáricos, los cuales permitieron dotar a la sociedad del orden del cielo (Galindo, 1991). El desarrollo que se ha interpretado a cabalidad ha sido el sistema calendárico maya, compartido en Mesoamérica, para quienes dicha información era de utilidad en los más cotidianos aspectos de la vida social, sin olvidar la ritualidad religiosa y divinidad que de los astros, y particularmente del sol, consideraban.

En el caso de la cultura Inca, si bien desarrollaron una sistematización temporal del tiempo a través de calendario, de este se poseen menores vestigios, por lo que las interpretaciones son inexactas, sin embargo han existido importantes hipótesis sustentadas en la disposición de estructuras arquitectónicas de templos al sol (Imagen 1 y 2) –hoy evidenciadas a través de relatos etnohistóricos y arqueológicos- que hablan sobre como a través de la relación de los astros y construcciones específicas la población se guiaba para incorporar la temporalidad en fiestas rituales y la organización agrícola (Eeckhout, 2004).  En la imagen 1 se puede observar el Intihuatana, piedra con forma particular que se interpreta como especie de reloj, que permite medir el movimiento del sol a través de la sombra que visibiliza. Otro elemento que de manera intencional fue horadado en la piedra en las inmediaciones del complejo arquitectónico cultural Incaico, Machu Picchu, son los espejos de agua, construidos sobre las piedras, vistos en la imagen 2, que permiten dar cuenta de un sistema cotidiano para observar las estrellas sin necesariamente tener que mirar hacia arriba, lo cual puede haber tenido beneficios para la persona que estuviera observando.

IMAGEN 1: Intihuatana, Instrumento utilizado para observar y realizar observaciones en torno al movimiento del sol. Machu Picchu, Perú. Fotografía análoga, Erika Reyes.

Relacionado a las fiestas rituales celebradas por los Inkas, podemos mencionar aquellas relativas al solsticio de verano, conocida como Apu-Inti, traducido del quechua como sol adulto. También la fiesta del Inti Raymi, donde se venera y recibe energías del Apu-Inti, o sol joven (Imagen 3). En esta última celebración, se destacan los rituales realizados en el poblado de Tiwanaku, Bolivia, en donde en las inmediaciones del templo Kalasasaya, se implora y reciben las energías del Inti Raymi. En la imagen 4 podemos observar la puerta de la luna, en el mismo templo Kalasasaya, enriqueciendo la cosmovisión astronómica de la cultura Inca, vigente hoy en día. Dichas estructuras arquitectónicas presentan una correlación entre sus dimensiones y portales, con los hitos astronómicos del sol principalmente, en cuanto a los equinoccios y movimientos lunares.

IMAGEN 2: Espejos de agua para observar el reflejo de las estrellas. Machu Picchu, Perú. Fotografía análoga, Erika Reyes.

Importante es destacar que los Incas, civilización colonizadora de culturas aisladas geográficamente, construyendo de esta manera su imperio, utilizaron el régimen solar para someter a otras comunidades, las que habían creado sistemas basados en la observación de otros astros, tales como calendarios lunares o lunisolares (Ortiz, 2012). Dicha utilización del conocimiento de los astros como estrategia socio política nos demuestra lo inherente al ser humano que constituye su relación en particular con el sol, y como dichos saberes pueden definir aspectos sumamente relevantes en el cotidiano popular.

Respecto a la cosmovisión mapuche, al igual que en las culturas mencionadas anteriormente, la observación del cielo y sus elementos, forman parte constitutiva de la mitología de creación, siendo el sol, la luna, el Wünelve (astro luminoso matutino) y el Cheruve (suerte de meteorito) descendientes de la pareja creadora de la humanidad (Fu, 2016).

IMAGEN 3: Templo Kalasasaya. Tiwanaku, Bolivia. Foto análoga, Erika Reyes.

Las representaciones de la tradición astronómica mapuche se pueden observar principalmente en el arte, tales como tejidos o pinturas en cerámica. Los principales astros observados son el Yepun y Wünelve, los cuales están representados por diversas estrellas –distintas al sol- que acompañan a este tanto en el atardecer como en la madrugada respectivamente. Se consideran medios de reemplazo del sol cuando este no se encuentra visible –por ejemplo por la noche- ya que en la cosmovisión del pueblo mapuche, este representa al igual que en las culturas antes mencionadas, objeto de oraciones y esperanza.

Un tercer astro estaría representado por el Ngau, concepto para denominar a las pléyades, conjunto de estrellas que permiten determinar la fecha exacta del We Tripantü, fecha ritual que significa año nuevo, cuando se da el equinoccio de invierno según calendario gregoriano (Fu, 2016).

Dentro de las observaciones para sistematizar el tiempo para la población mapuche, además de la observación directa de los astros, también se observan los movimientos de estos a través del cambio de las sombras de objetos escogidos para medir distancias. También es útil la luna para cotejas fechas, aunque hoy en día existe una alta correlación y uso del calendario gregoriano (Fu, 2016). Si bien la cultura mapuche aun hoy mantiene un estrecho lazo con el sol y sus beneficios, es importante destacar que esta cultura al no desarrollar la agricultura como fuente principal de subsistencia, a diferencia de la cultura mesoamericana e incaica, el uso y desarrollo de sistemas calendáricos no constituyó un objetivo por sí mismo.

Tras el breve recorrido por algunas civilizaciones americanas hoy en día vigentes, se hace el intento de relacionar interrogantes actuales tales como el porqué de nuestra atención a un astro como el sol, qué sucedería si este muriera, cuáles son nuestras expectativas de la relación que con el sol mantenemos, pero también ampliando la interrogante a los nuevos datos que la ciencia nos entrega a diario respecto a nuestro cielo más cercano, entendiendo hoy que aquellas fronteras de manera abstracta son infinitas. Si bien las interrogantes planteadas tienen respuestas categóricas dependiendo desde que punto de vista lo queramos resolver, existe una energía remanente en este tipo de reflexiones que se asocia a nuestra particular posición en este planeta, la incertidumbre de conocer que factores son los que en definitiva podrían causar una catástrofe mundial, no solo aquellos conflictos que en las manos de la humanidad se encuentran, sino que contemplando nuestro lugar como especie que ha perdido en gran parte su capacidad de leer con el lenguaje propio de ser un ente vivo, las señales que nuestro entorno, nuestros cielos, mares, tierras entregan, y que no somos capaces de decodificar.

IMAGEN 4: Puerta de la Luna, Templo Kalasasaya. Tiwanaku, Bolivia. Foto análoga, Erika Reyes.

Las civilizaciones pasadas, que si bien actualmente luchan por su sobrevivencia, manteniéndose en un estado de muerte inminente a manos de los poderes facticos actuales, intuyeron que las respuestas estaban en el poder que el entorno permitía descifrar, en aquellas coincidencias posibles de avistar en tiempos considerables, transformándose en patrones útiles para aumentar la calidad de vida de los pueblos. Aquel orden tiempo-geográfico relevado de las observaciones, tanto diarias como extendidas, con base en modificaciones culturales al territorio como modificaciones naturales propias, permitieron instaurar un sistema de orden que se logró compenetrar con todos los integrantes de una comunidad, lo que responde a la capacidad de apropiarse de la energía y la vida que aquellas señales emiten. Dichos signos de los que nos apropiamos tanto de manera corporal, como en el imaginario de una época, cambiando desde nuestras indumentarias, modos de transportarnos, destinos geográficos, e incluso, el cómo nos disponemos a realizar actividades de índole cotidiano hasta las festividades de mayor significación para nuestras sociedades, son claras evidencias de la sintonía universal que mantenemos, aunque no somos conscientes del todo en la actualidad.

La importancia del sol para la humanidad, desde el simple hecho de que sin su energía no existiría la vida de la forma en que la conocemos, es motivación suficiente para expandir nuestras conciencias humanas, complementarlas con los conocimientos que la ciencia hoy en día nos permite atestiguar, relevar los saberes ancestrales que nos han sido enviados a través de mensajes codificados en el tiempo, y embarcarnos en la más próxima experiencia que al sol nos lleve.

BIBLIOGRAFÍA

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