COLAPSO DEL ASTRO SOL:

PROYECCIONES DE UNA IDENTIDAD HUMANA

- Erika Reyes, antropóloga.

El imaginario humano constituye un abismo de posibilidades ante las cuales se da lugar a reflexiones profundas que decantan en lo que hemos sido, somos y seremos como especie que habita el planeta tierra, en constante diálogo con los astros, entre ellos el sol.

Si nos remontamos a los ciclos de la civilización humana, damos cuenta de que el intentar explicar fenómenos de la naturaleza ha promovido lo que conocemos como ciencia, y como las explicaciones que se interrelacionan con la especie humana y su evolución, han configurado la identidad que nos ha definido hasta hoy.

Aquella identidad que la historia nos ha contado respecto al hombre que doblega la  naturaleza, y la hace suya, hoy aquel “hombre” como centro de la antropogénesis se encuentra en disputa en torno al futuro de la humanidad. Cuestionamientos surgen al comprendernos en un escenario polivalente, en donde la dicotomía entre naturaleza y cultura pierden los límites de sus formas, presentando la antesala de la caducidad del proyecto humanista que se ha gestado desde la ilustración (Sloterdijk, 2013)

 

Las expectativas del progreso humano a través del humanismo, la dominación ilustrada de la humanidad, queda relegado a los cuestionamientos que hoy vienen de la mano de la informática y la biotecnología, en donde el cuestionamiento reside en el SER, ¿qué es SER HUMANO?

En las fronteras futurísticas, la propuesta filosófica del posthumanismo desarticula el protagonismo humanista, construido desde la emergencia de nuevos medios de expresión y comunicación, siendo la técnica la herencia que ha perdurado en el traspaso de conocimientos. Dicha propuesta además nos permite generar un boceto de la nueva configuración identitaria del humano, en un escalafón horizontal junto a otros animales, máquinas y objetos, dejando atrás la esencia de lo humano. El transhumanismo trae de la mano esta nueva generación (Chavarría, 2015).

El mensaje propuesto por el transhumanismo, paradigma en actual conformación, plantea la necesidad de abandonar a la actual “condición humana”, considerando que su delimitación se expone a las nuevos avances apresurados y profundos que la ciencia trae consigo. La búsqueda de este movimiento plantea un futuro de ilimitadas posibilidades para mejorar la condición humana a través de trascender a la biología con el uso de tecnología, entre las que destacan superinteligencia, bienestar emocional, colonización espacial, nanotecnología molecular, superación de expectativas de vida, existencia postbiológica, inteligencia artificial, entre otros (Bostrom, 2017).

 

Las posturas transhumanistas son consideradas propuestas de un alto contenido político que presentaran nuevos desafíos éticos a la humanidad (Hottois, 2013). Quién no querría ser una súper humano, inmortal, con la capacidad de decidir sentir dolor, aumentar capacidades en todos los ámbitos sociales, superar enfermedades, aumentar capacidades cognitivas… y ¿a qué costo? La pregunta ha sido parte de las reflexiones de cientistas en torno al tema, desde el punto de vista bioético, si bien se busca solucionar problemáticas sociales tales como pobreza e injusticias, los recursos para implementar nuevas tecnologías serán por un tiempo no menor disponibles solo para quienes los posean. La polarización de las oportunidades será también peligrosa, perturbando la paz de la humanidad.

En el panorama actual, y en consideración a los nacientes movimientos filosóficos y culturales, nuestra identidad como humanidad, de incontables configuraciones, sin embargo hace parte de una especie animal concreta, pero ¿hasta cuándo dicha diversidad humana podrá ser clasificada por un único genoma humano, o por los rasgos morfológicos que compartirnos, o por nuestras mismas capacidades? ¿No son acaso factores de la evolución la adaptación de rasgos que mejoraron nuestras condiciones ante la vida representada en nuestro entorno natural? La biodiversidad como la conocemos ahora, será en un futuro próximo construida desde transformaciones internas y externas al individuo, ya sea a través de la biotecnología o por la inteligencia artificial (Missa, 2013). Los escenarios posibles podrían llevarnos a un giro en el camino evolutivo, capaces incluso de que dicho camino sea voluntario, lo que obviamente deberá encausarse con nuevos paradigmas éticos en la configuración humana.

La conquista por parte de la ciencia y modificaciones a través de la técnica de la especie humana (Missa, 2013), representa en el transhumanismo un camino a la perfectibilidad del individuo humano, explorando capacidades soñadas en cuentos de ciencia ficción, y hoy posibles. Dicha técnica, entendida como modificaciones prácticas de la realidad natural, constitutivo del animal humano en su devenir como Homo sapiens, desde mecanismos para dominar el fuego y preparar los alimentos, hasta el cómo hoy en día manejamos naves espaciales, o la posibilidad de seleccionar características fenotípicas desde los rasgos genéticos de un individuo, plantean la amplia gama de técnicas, algunas más simples en contraste a otras más avanzadas, que ejemplifican la manipulación de la realidad natural, donde los objetivos son cuestionables, sin embargo los actores reconocibles: el humano y la naturaleza que le rodea.

La dignidad humana en el intersticio de las nuevas aplicaciones tecnológicas y su optimización ha sido puesta en jaque, considerando la instrumentalización y descualificación del ser humano por él mismo (Espinosa, 2013), panorama complejo que ha traído deshumanización y explotación, siendo la técnica quien encabeza la cruzada. Molinuevo (citado en Espinosa, 2013) sentencia que la sociedad humana no estaría a la altura teórica de lo que produce tecnológicamente, considerando que el ser humano siempre ha sido una especie de ciborg (Broncano, 2009 en Chavarría, 2015), ya que en su proceso evolutivo ha generado estrategias evolutivas en las cuales una amplia gama de prótesis y artefactos, además de materiales, cultura y signos, han sido utilizados en el devenir de la especie. Lo anterior expuesto permite de cierta manera entender que la pretendida identidad humana es descrita en la complejidad que factores como individuo, espacio y tiempo permiten entender, el cómo ha sido y podría ser en relación a los nuevos filtros que la tecnología creada por nosotros mismos/as permitirá aplicar, además de posibles panoramas que se construyen desde las bases éticas que del paradigma transhumanista se configuran en tránsito al posthumanismo.

 

El futuro posthumano, donde los individuos aumentarían sus expectativas y capacidades de vida con la integración de tecnologías desarrolladas en la actualidad (Ovalle, 2015), plantea una proximidad lineal en la cual no se contemplan factores como la naturaleza y su capacidad de sorprendernos con eventos que pueden resultar altamente catastróficos, en los cuales aunque exista una humanidad superior, la muerte es y será para los seres vivos como les conocemos, mecanismo que forma parte de los procesos naturales, leyes que nos dominan viviendo en este planeta tierra.

Si nos preguntamos qué sucederá en el futuro cuando ciertos elementos planetarios se destituyan de la configuración astronómica actual, ¿será posible que la humanidad transhumana pueda trascender? ¿Cuáles serían posibles estrategias de control? Surgen ficciones ante una sociedad caracterizada por la crisis generalizada que vive, de manera simbólica y material, que nos posiciona como sujetos dispuestos a consumir tecnologías destinadas a evadir la realidad, en diversos formatos. Sin embargo en un panorama transhumanista los usos tecnológicos apuntan a “mejorar” a la especie humana, para alcanzar una sociedad posthumana, en donde los sujetos estén conscientes de su entorno compartido con objetos y seres vivos (Sloterdijk, 2013), representado en un contrato entre la sociedad y la ciencia para enfrentar una realidad futura impostergable e irrenunciable (Ovalle, 2015; Velázquez, 2009).

El Antropoceno, era geológica considerada como postnatural, ha sido producto de los actos humanos, cambios que configuran limites difusos en torno a la capacidad que ha presentado la especie de apropiarse de dinámicas de la vida misma (Espinosa, 2013). Dicho de otro modo, si bien nos planteamos en una era humanista en la antesala del posthumanismo, factores concretos de cómo los desarrollos tecnológicos y explotación de recursos han configurado nuestra estadía en el planeta, en donde las crisis sociales y ambientales conforman un panorama poco auspicioso de vida para todos los integrantes del planeta en un futuro próximo son reflexiones a considerar.

Bostrom (2017) sugiere que uno de los aspectos que permiten considerar la postura transhumana es la colonización espacial y su inminente realización al disminuir costos de ejecución. Dicha posibilidad, disminuye la distancia entre el imaginario de ficción de monitorear al sol por su inminente muerte, lo cual tendría consecuencias fatídicas a la humanidad –considerando que lo fatal es muerte, incapacidad de promover la heredabilidad de la humanidad por la eternidad, el legado del hombre a otras formas de inteligencia, inmanencia del ser-.

 

La realización de un monitoreo al sol conllevaría un proceso de selección acuciosa de los participantes, dichos humanos “mejorados”, con una considerable disminución de fallar en la misión. Monitores del sol son ejemplares transhumanos mejorados, ejemplificadores de la biotecnología, con uso de informática y tecnologías que permitirían comunicar a través de diversos formatos. El planteamiento original responde a un ejercicio de inteligencia utilizado en la creación de mundos para escapar del determinismo de las leyes naturales (Velázquez, 2009)

Pero, ¿por qué no miramos más cerca las propuestas que desde nuestro territorio latinoamericano surgen con más fuerza desde los pueblos que han vivido el tiempo crítico que amenaza su existencia? Desde aquel punto de vista, el Buen Vivir se constituye como una propuesta alternativa al desarrollo. Nace desde la crisis de ideas respecto al desarrollo desde América Latina frente al derrumbe de las estrategias de desarrollo basadas en el socialismo del Estado, el empuje neoliberalista y sus países industrializados sumergidos en crisis económicas y financieras que delatan que el modelo sugerido no es acorde a las necesidades contextualizadas de las diversas regiones del cono sur. También considera los movimientos sociales, a las comunidades indígenas y sus saberes, y sectores académicos que profundizan la conceptualización frente a las nuevas propuestas (Gudynas, 2012). Sus principales abordajes se enfocan a la crítica del desarrollo convencional, que a su vez incorpora aportes de las culturas originarias. Es importante destacar que el Buen Vivir discute y construye “alternativas al desarrollo” y no “desarrollos alternativos”.

Las críticas del Buen Vivir hacía el desarrollo convencional se hacen posibles gracias a las miradas que provienen del entendimiento y sensibilidades indígenas que han sobrevenido a la modernidad viviendo paralelamente bajo sus propios mecanismos. Sus principales atributos están referidos a considerar alternativas que apuntan a diferentes concepciones de lo que se tiene entendido por calidad de vida, además de extenderse al ámbito social y ecológico; es también de suma importancia la consideración que se tiene del ambiente natural como sujeto de derecho, en donde la dualidad Naturaleza-sociedad se disuelve, entendiendo que cada una está contenida en la otra, reconociendo los valores intrínsecos de la naturaleza. Esta postura también rechaza las valoraciones económicas como unidad de medida. En relación a la posthumanidad, ya se vive en sintonía con los otros seres vivos, no siendo un obstáculo que deba ser superado.

IMAGEN 2: Espejos de agua para observar el reflejo de las estrellas. Machu Picchu, Perú. Fotografía análoga, Erika Reyes.

Respecto al conocimiento, el Buen Vivir acepta la diversidad de saberes, entendimientos y sensibilidades, rechazando la colonialidad del saber, además de abandonar la pretensión de que la ciencia y técnicas brindan herramientas suficientes para el control y dominio del entorno con la finalidad de aumentar el desarrollo. Según Pastor y García (2014), la modernidad ha definido al ser humano desde su racionalidad que le ha otorgado madurez en cuando a los conocimientos adquiridos, en contraposición a la búsqueda de autonomía para proponer una verdad única. La relación, por tanto, que se genera entre modernidad y transhumanismo, relaciona la mecanicidad con la que se ha definido al ser humano, reduciendo la esencia del individuo a su capacidad racional, dejando de lado las experiencias corpóreas. Es relegado el valor de la naturaleza, explotando recursos sin consideración, fomentando un antropocentrismo y obviando los valores propios de seres vivos y el ambiente (Ensabella, 2016). Dichas tensiones que hoy vivimos como especie, no validan en las propuestas del Buen Vivir una alternativa, desconsiderando que podría ser efectivamente una solución para comunidades diversas, complementado con las propuestas del posthumanismo de manera de que las alternativas alcancen a ser posibles para la mayor cantidad de personas que hoy necesitan salir de la crisis humanitaria.

El Buen Vivir se ha entendido como plataforma política en varios países de Latinoamérica, tales como Bolivia, Ecuador y Perú, donde convergen las pluralidades que comparten la crítica radical al desarrollo. Principalmente el objetivo es contemplar alternativas bajo otros entendimientos del papel del ser humano, la sociedad y su Naturaleza. Es considerable admitir que la estrategia no se presenta como manual o recetario, por lo que es válida en cualquier contexto al ofrecer un marco de principios y valoraciones, determinando el sentido, condiciones y restricciones a como se deben implementar programas específicos dependiendo del contexto del cual provenga la iniciativa. En algunos contextos políticos, y a modo de aclaración, la etiqueta de Buen Vivir ha sido usada de manera genérica para generar populismo en ciertos gobiernos progresistas, o su uso ha sido restringido, adoptando ciertas alternativas al desarrollo, pero aun así manteniéndose dentro de los parámetros de la modernidad, lo que deja como reflexión el cuidado que se debe tener al considerar contextos que se adscriban al Buen Vivir.

 

Si bien el ejemplo no podría aplicarse bajo los mismos parámetros que los avances tecnológicos ponen sobre la mesa representada por la humanidad, es posible que miremos a nuestro alrededor, por sobre nuestras cabezas, nos conectemos con los otros y otras, ya sean animales humanos, no humanos y objetos, y podamos generar estrategias que validen un buen vivir comunitario. ¿Será el sol quien apague sus energías antes que la humanidad viva la decadencia de la especie, y junto con ella la de todo lo vivo del planeta tierra? ¿Seremos capaces, en un corto plazo, de monitorear los astros, así como también nuestra ética como humanos en interrelación con el todo?

BIBLIOGRAFÍA

Bostrom, N. (2017). http://www.transhumanismo.org/articulos/transhumanismo.htm. Obtenido de https://transhumanismo.org/


Chavarría, G. (2015). El posthumanismo y los cambios en la identidad humana. Revista Reflexiones, 97-107.


Ensabella, B. (2016). Derechos de la naturaleza. Ética biocéntrica y políticas ambientales. Eduardo Gudynas. Revista Latinoamericana, 683-688.


Espinosa, L. (2013). El desafío del posthumanismo (en relación a las nuevas tecnologías). Artículos del departamento de filosofía, lógica y estética. Universidad de Salamanca.


Gudynas, E. (2012). Buen vivir y críticas al desarrollo: saliendo de la modernidad por la izquierda en Contrahegemonía y Buen Vivir (pp. 71-91). Quito: ed. Francisco Hidalgo Flor y Alvaro Márquez Fernández.


Hottois, G. (2013). Humanismo, Transhumanismo, Posthumanismo. Revista Colombiana de Bioética, 167-192.


Missa, J.-N. (2013). Biodiversidad, filosofía transhumanista y el futuro del hombre. Revista colombiana de Bioética, 65-76.


Ovalle, C. (2015). Educación en bioética como apuesta crítica a escenarios transhumanistas. Revista colombiana de Bioética, 74-87.


Pastor, L., & García, J. (2014). Modernidad y postmodernidad en la génesis del transhumanismo-posthumanismo. Cuadernos de Bioética, 335-350.


Sloterdijk, P. (2013). Experimentos con uno mismo, ensayos de instoxicación voluntaria y constitución psico-inmunitaria de la naturaleza. Revista observaciones filosóficas.


Velázquez, H. (2009). Transhumanismo, libertad e identidad humana. Thémata revista de filosofía, 577-590.